Gaspar Sangurima López

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Dice lacónicamente el ilustre investigador e historiador Guillermo Segarra Iñiguez -y con sobrado fundamento que luego confirmaré-, "... Ludo tiene la gloria de haber producido uno de los más insignes artistas del Ecuador, Don Gaspar Sangurima, el Lluqui" [1].

 

Los artículos escritos sobre este personaje, mil veces proclamado "insigne" en más de doscientos años de historia por los más preclaros investigadores y ensayistas de nuestra Cuenca Ilustre y del país, no señalan el lugar exacto de su nacimiento ni dan detalles de su formación académica, solamente dicen: "nacido en Cuenca entre 1780 y 1790..."; aunque es cierto también, que algunos de ellos como Efrén Avilés Pino, por ejemplo, miembro de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, sí quiso ser explícito al decir: "El niño indio creció a la sombra de la pobre choza de sus padres, en los páramos andinos, -y citando a Lucio Salazar Tamariz, manifiesta-: "Creció en un repliegue de esa serranía nuestra, mirando, con sus ojos tristes y humildes, la rutilante claridad de los amaneceres de esta tierra, o la cárdena herida que se abre en el cielo cuando el sol se hunde en el poniente; mirando el milagro de las flores que han abierto sus corolas al beso del rocío mañanero; y el verdor tendido de los campos, y el alto verdor de los árboles; el oleaje inquieto de los sembríos y el viaje cristalino de los ríos; la lluvia delgadita y constante que invita a la tristeza, o la tempestad que sobrecoge al desparramar por todo el horizonte el claro de los relámpagos y el retumbar del trueno"  [2]  

 

Y aunque con toda seguridad, el autor sólo conoce de Ludo una parte de su realidad, con la visión exuberante de literato, sabe describir perfecta y patéticamente el lugar natal del artista azuayo. En efecto, y pese a que la fisonomía geográfica ha cambiado a lo largo de los doscientos años que distan de los acontecimientos, ésta es la tierra que Gaspar miró extasiado cuando era muy niño, antes de salir con sus padres Gregorio y Francisca a radicarse en la ciudad. Esta es la tierra a la que volvía de joven cuando las tareas le permitían para reencontrase jubiloso con sus familiares, cuyo linaje prevalece hasta hoy en el sector de Collana. Esta es la tierra a la que seguramente añoró en sus años maduros, y a la que seguía regresando con su memoria, porque no hay mejor felicidad que regresar imaginativamente al pasado para recordar; es decir para volverse al corazón y revivir el candor de la inocencia y los proyectos tempranos de quien quiere ser alguien en la vida y al final lo consigue a base de esfuerzo tesonero.

 

Su bautismo, seguramente celebrado a los pocos días de su nacimiento como era la costumbre de entonces, tuvo lugar en San Bartolomé regentado pastoralmente por los padres dominicanos hasta 1787, puesto que a esta jurisdicción pertenecía Ludo en calidad de anejo por petición de Don Diego Andicela, cacique de Cuyes, desde el 23 de agosto de 1723.

 

Los biógrafos cuentan que, aunque en los primeros años de la independencia él ya era tenido como pintor famoso, el reconocimiento a su saber y habilidad -pues el zurdo además de pintor era herrero, escultor, relojero y orfebre-, le vino con motivo de la llegada del Libertador Simón Bolívar a quien obsequió un pequeño botón que en una de sus caras mostraba una fiel reproducción de su rostro. Impresionado por el gran talento del artista, Bolívar propuso que fuera él quien dirija la primera Escuela de Artes y Oficios de la ciudad de Cuenca, y mediante decreto le asignó la suma de treinta pesos fuertes como pensión mensual y vitalicia. En efecto la Escuela fue creada y puesta bajo su dirección que después fue continuada por  dos de sus cuatro hijos Cayetano y José María que los tuvo con su esposa Petrona Faycán, y su influencia fue enorme en los años siguientes en artistas de la talla de José Miguel Vélez (1829 1892), Manuel de Jesús Ayavaca (1844 - 1947) y  Daniel Salvador Alvarado (1867 - 1952)

Gaspar Sangurima -que según algunos estudiosos fue discípulo de Caspicara en lo que respecta a la ebanistería y el cuidado por la perfección anatómica-,  murió relativamente joven, el 5 de noviembre de 1835 y fue enterrado en la Iglesia de Santo Domingo. En su honor, en los mismos días en que el gran Mariscal Sucre permaneció en Cuenca, el ayuntamiento por mandato suyo, dispuso que se distinga con su nombre una de las calles de la ciudad. Así se lo hizo con la denominada, en aquel entonces, calle 9ª, según consta en el acta del 10 de abril de 1822[3]. Posteriormente el cabildo colocó una placa en su honor ubicada en las calles Gaspar Sangurima y General Torres, lugar donde el artista residió y tuvo su afamado taller.

Sus obras coleccionadas es posible admirarlas en la Sala capitular del Carmen de la Asunción, en el Museo de las Conceptas, en el Museo Crespo Toral de Cuenca, como también en El Sagrario de Quito (Capilla de la Virgen del Rosario), amén de muchas imágenes que se veneran en iglesias de Cuenca, como los doce pasos de la pasión de Cristo.

Según refiere Javier de la Torre Prado en un artículo aparecido en el Mercurio de Cuenca [4] . Fray Vicente Solano cuando viajó a Cuzco - Perú, tuvo la satisfacción de admirar una de las múltiples obras de Sangurima y cita: "...hace muchos años un amigo me llevó a una casa donde oí tocar una vihuela. ¡Qué hermosa vihuela, dije, me acerqué a la persona que tocó la vihuela; ¡Qué preciosa vihuela dije y qué sonora! Es española me contestaron. Y ha costado tantas onzas. Como un hombre que quiere saberlo todo, la toqué y con bastante dificultad pude ver un papelito con las siguientes letras ‘Me hizo G. Sangurima en Cuenca' ".



 

[1]    Guillermo Segarra Iñiguez, "Monografía Elemental del Cantón Sígsig" Editorial Colón - Quito 1967  pág. 46

 

[2]    Lucio Salazar Tamariz, "Una Comarca y sus Destellos", p. 69.

[3]    Peláez Solano, Darío.  "Diario El Mercurio", Domingo 13 de diciembre del 2009

 

[4]    De la Torre, Javier. "Diario El Mercurio", Viernes 11 de mayo del 2012